Terminología electoral

Ahora que viene el hiperbólico período político en que nos toca votar —¿será “botar, con B de burro”?— recordemos el apotegma que reza: Los políticos caben en dos categorías: malos y peores.

Dicho esto, cabe acotar que, si bien algunos aprenden con el tiempo y van refinando el sentido común, otros siguen avanzando por la senda decadente y, si habían aprendido algo, ya lo han olvidado. Lo que de inmediato provoca la reflexión: ¿estará en su sano juicio? Es un hecho que si los años dan sabiduría, también en ciertos casos la restan. La lección está clara: retirarse a tiempo. Eso, el tiempo, traerá el desenlace.

Precinto. Ya hemos precisado que esta voz, si bien muy castellana, no tiene la acepción de precinct, ya que en español significa “ligadura y señal con que se resguardan paquetes, baúles, cartas, etc. Tratándose del sufragio, lo correcto es DISTRITO ELECTORAL.

Cajas de votación. Disparate, tomado de ballot boxes, para aludir a las URNAS donde el votante deposita su boleta, si todavía se emplea el antiguo sistema, hoy en vías de desaparecer gracias al electrónico.

Votos ausentes. ¿Cómo se pueden contar “boletas ausentes”?, si las contables tienen que estar presentes. Bueno, ¿con una bola de cristal? Será válido como chiste, para transliterar absentee ballots, lo cual nos da de inmediato la solución: lo ausente no es el voto, sino el VOTANTE. O sea, se trata del VOTO POR CORREO —muy controvertido, por cierto, debido a misteriosas razones—, pero muy distinto del modo en que lo emplean presentadores y comentaristas, con una leve ausencia de sentido común.

Asumir resultados. ¡No se justifica esta traducción literal! En nuestro idioma lo que se asume es una responsabilidad, un cargo, una tarea. Assume equivale a suponer, dar por supuesto. Otra cosa es la presunción de que la lid electoral asuma (es decir, adquiera) proporciones de crisis debido a trampa o fraude. Si el presunto perdedor insiste indefinidamente en recuentos, su contrario nunca va a sentirse plenamente victorioso. Esperemos que la contienda no llegue a este extremo, pero no sorprendería si así lo fuera en las peculiares circunstancias de la actualidad.

Larga noche. Los presentadores advierten, cuando a las horas vespertinas no está claro quién triunfe, que pasaremos “una larga noche”. Muy curioso porque, que sepamos, todas las noches duran lo mismo. Pueden alargarse o acortarse, sí, pero únicamente según la estación del año o la latitud del sitio planetario (recordemos el “sol de medianoche” en los polos). Sospechamos que lo copiaron —pensando en inglés, seguramente— de los comentaristas anglófonos, que repiten frases de este cariz como especie de mantra o cántico semihipnótico. En la cultura angloamericana, todo se simplifica con day o night: una tarea prolongada es a long day, al fin y al cabo es “at the end of the day”, y una sesión alcista en la bolsa es “a good day”, en tanto que para la medianoche usan el redundante “midnight tonight”. (La precisión idiomática no es su fuerte.) Entre nosotros, lo más corriente para este concepto no sería otra cosa que “madrugaremos aquí”, “nos va a amanecer”, o en último caso, si insisten en alargar la cosa, lo que puede prolongarse es la velada y no la noche.

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¿Es que hay un “armario inteligente”? Así lo califica un artículo de útiles consejos. ¿No será “armario ordenadísimo”, o bien “…metódico”? Insistimos en preguntar: ¿cómo es posible atribuir sesos a enseres u objetos inanimados? Ellos tienen smart, que significa nítido, elegante, minucioso, pulcro, sistemático, pero reservan intelligent, como es natural, para los procesos cerebrales. En eso, imitémoslos.

En fin, que la joya publicitaria de este mes se la lleva una marca de cierto esmalte de uñas (“capa superior” le llaman), cuyo “pantallazo” en la contraportada de People en español reza así: “PRESENTAMOS LA hasta 8 DÍAS de MANICURIA” (reproducimos aproximadamente la tipografía original). Por si acaso, manicuria no es voz catalogada; en cambio “manicura” sí, cuya definición en el Diccionario de la Lengua Española parafraseamos: 1) el cuidado de las uñas, y 2) quien lo hace (en Hispanoamérica y EE.UU. se suele emplear como sustantivo manicurista, aunque viene a ser el adjetivo).

Claro está que es en la “CAPA INFERIOR” del idioma donde nos sumen los locutores y publicitarios al “ilustrarnos” con su terminología electoral y avisos anglomaniáticos al consumidor, con poquísimo uso de algo poco común: ¡la INTELIGENCIA!