“Anticipos”, “prospectos” y “muros”

Si algo llega por anticipado, significa que ocurre antes de lo que pudiera esperarse, por adelantado. Se anticipa el pago de una deuda, por ejemplo, o se da una información antes de lo previsto. Pero, ¡ojo!, no corresponde al anticipar (“to anticipate”) en el sentido del inglés, es decir, como equivalente de expectativa.

Pero así lo usan en los medios de comunicación, dejándose llevar por la facilidad del cognado. Por ejemplo “anticipo que tendrá éxito”, en vez de “tengo la expectativa de que…”

Pasemos al prospecto, que no es, como muchos periodistas creen, alguien con buenas probabilidades de salir adelante. Es decir, como si se pudiera adoptar de golpe y porrazo la acepción inglesa de prospect. Lo lamento muchísimo, pues así sería mucho más fácil el arte de traducir. El “minúsculo” obstáculo consiste en que, en español, prospecto es algo muy distinto: es un folleto explicativo de las acciones de una empresa, o bien de una medicina o producto.

Luego entonces, la frase “anticipamos que es un buen prospecto”, muy usada por los comentaristas deportivos al ver un futbolista muy eficaz, es sencillamente un doble disparate. Lo correcto sería decir que el joven en cuestión “promete mucho” o que, digamos, “ofrece buenas expectativas”. Otro comentario muy en boga es el de que “alguien se encuentra en un predicamento, igualmente traducida literalmente del inglés como si significara aprieto o dificultad, cuando en nuestro idioma no es nada semejante, pues su principal acepción es “dignidad, grado o estimación que se le tiene a alguien”.

Pero ya sabemos que los notimaniáticos son los arquitectos de la mala costumbre de irse por el cognado al traducir noticias, ya que les ahorra el trabajo de abrir el diccionario y buscar el equivalente acertado.

Caso parecido es el del disputado muro fronterizo (traducción literal de wall), voz con que inicialmente se denominó la barrera de dudosa eficacia que se empeña en levantar el actual gobierno en su límite geográfico con México. Pero el término no corresponde a la realidad, ya que se trata más bien una cerca, y los muros suelen ser de ladrillo, concreto u otros materiales sólidos y duros.

Esta equívoca traducción de wall echó raíces cuando los rusos levantaron el famoso “muro de Berlín” —ya por suerte desaparecido—, dado que se trataba de una muralla.

A qué se debió semejante fenómeno lingüístico? Pues ya ustedes lo habrán adivinado: al inglés. Más concretamente, en este caso, a las deficiencias del inglés, que en su época se calcó campantemente. El vocabulario de ese idioma es copioso en algunos casos y escueto en otros, como este, en que la voz wall sirve lo mismo para “pared”, que para “muro”, “tapia”, ¡o para “muralla”!

Lo que había en Berlín, y sigue en pie en algunos tramos —como monumento a la maldad que imperó una vez en Europa del Este y la ex Unión Soviética— es una muralla hecha y derecha. Por la altura, el grueso, los refuerzos, las alambradas, en fin, porque no es una simple hilera de ladrillos que separa dos aposentos de una armoniosa vivienda, sino una verdadera fortificación que en su época le sirvió al totalitarismo para encarcelar a sus súbditos y aislarlos de toda “contaminación” democrática. Una imponente barrera que, por su maligna mole, custodiada día y noche por soldados fuertemente armados, impedía que sus atrapados súbditos la franquearan y se escaparan de la esclavitud.

Otra, muy concreta, es ya una especie de monumento histórico que, levantado hace unos dos mil años, hoy viene a ser un símbolo eviterno, si bien de dudosa utilidad práctica: la Gran Muralla de China. (¡Por suerte nunca la llamaron “muro”!)

La última es una barrera natural —el hermoso mar Caribe—, que lamentablemente rodea y encierra a otro pueblo que merece mejor suerte, pero que ya lleva tres generaciones aherrojado a los caprichos de una espantosa tiranía.

No cabe duda de que, en su día, esas murallas también caerán, en el sentido más amplio de la palabra.